Siglos atrás, en una noche oscura y sin estrellas.

Los galopes del caballo resonaban sobre la tierra mojada dejando a su paso un camino de necesidad por competir contra la muerta.
Lo que el hombre de barba negra llevaba en una posición difícil, tomando en cuenta lo ocupadas que estaban sus ya bastante trabajadas manos con la riendas del animal, no olía mas que a un desmesurado final.
El no podía creerlo, su hermosa criatura, bajo su manto de protección en espera de recibir atención. Pero es que el camino era inmenso, difícil y aterrador, pero nada comparado con lo que le oía susurrar.
Es negro padre, es negro y me habla con sus blancos ojos sin profundidad.
Sentía que el bosque se volvía cada vez mas infinito, la salida era cada vez mas crucial y decisiva. El imponente caballo negro gemía por falta de aire, pero tenían que seguir, antes de que fuera demasiado tarde.
El extiende sus alas padre, dice que tiene un mejor lugar para mi.
Pensó en todos los momentos ya vividos a su lado, cada instante en el que su criatura le había recordado quien era en la vida y lo que poseía.
Dice que no soy el único, pero si el elegido. Es negro con alas enormes y viene a por mi.
Susurros al viento, pues no los quería ni escuchar, y menos aun si aceptaba que sus palabras tranquilizadoras no resultaban a ningún nivel complejo. El tiempo se agota, la vida también.
Tengo miedo padre, el me extiende sus alas y dice que lo abrace, que es lo mejor para mi.
No hay nada mi querido hijo, no hay nada... le canturreaba con la poca energía que le quedaba. Los galopes interrumpiendo su aliento, cada salto entre la  tierra un gran golpe al cuerpo y al sentimiento.
Es grande, muy grande y sin igual...
El caballo de golpe paro, gimoteando por sendo estupor.
Un aula blanca volando a lo alto de los pinos, reflejando dulzura con toques cristalinos.
Al tocar su pequeña frente el padre noto; el niño estaba sin vida, su hermosa creación...