Gire mi vista hacia el agua, impresionada de que en todo mi camino hasta mi hogar no dejasen de parar de brincar chispas o salir fuego como por arte de magia. Y allí fue cuando lo vi, un barco en pequeño que se incendiaba, sin gente saltando o gritando, como si estuviera embrujado. Era terrorífico, pobre barco. Las llamas lo consumían, lo hacían que se doblase por los lados, era como lava chupando un dulce. Mire con atención y descubrí que era un yate de lujo, incluso llegue a sentir pena por el dueño. Segundos después mi cerebro un poco conmocionado por el espectáculo me recordó que si no me movía podría salir volando en mis pedacitos cuando el yate explotara. Mire hacia mi alrededor, viendo a tres mujeres asustadas observando casi con repulsión como el yate se partía en dos y se hundía, digno de una escena de película. Ellas no se movía, era como si el mar tuviera un imán que las mantuviera pegadas en el malecón.
Segundos después nos encontrábamos en mi casa, yo con el gran alivio de saber que tanto ellas como yo nos encontrábamos a salvo. Las cuatro mirábamos al balcón, impactadas por lo rápido que todo un lujo había desaparecido aun mas rápido que la idea de crear al mismo.
Y si pensábamos que acabábamos de ser testigos de un acto del destino agotador, estábamos equivocadas, solo que esta vez no era el destino, eran las tinieblas las que se presenciaban ante nuestros ojos.
Era una mujer en muerte. Una mujer sin corazón. Un invento de la mente mas macabra existente, cuyo cabello negro se enredaba por su pálida piel, se veía malvada, tenía un vestido negro que, mojado y chorreante, se le pegaba a la delgada y escueta figura de huesos largos. Salía de la superficie del agua.
Antes de distinguirla me encontraba asomada con las tres mujeres en el balcón, expectantes por cierto, viendo que pasaría con el barco quemado y ya anclado en las profundidades del océano cuando un pedazo redondo con pelos empezó a salir de las profundidades del mar. Miraba hacia nosotros, solo que no tenía pupilas, nos miraba sin ver, tal vez incluso nos sentía, sentía nuestras almas y eso era lo que le incitaba a venir en nuestra dirección, o tal vez nos olía, olía nuestro miedo. No conocía a las otras tres mujeres, pero presenciaba como sus pupilas se dilatan al ver al espectro pisar tierra firme y acercarse hacia nosotras.
Era definitivamente una pesadilla.
La casa tiene que ser increiblemente bella, pero he de reconocer que la mujer me da miedo jajaaj
ResponderBorrarMuy bonito, me gusta mucho como describes :)
ResponderBorrarbello pero misterioso.
ResponderBorrarExtrañaba pasarme por aca, y ahora me agarro nostalgia porque me acuerdo de esos tiempos en los que me pasaba tardes leyendo blogs <3 Me encanta tu blog, segui asi♥
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